Buscando tesoros, una vez más los encontré: Cartas familiares de findes del siglo 19, mapas del siglo XVII, y dibujos de principios del siglo XX, de un tío un poco artista de mi esposo. Me quedo extasiada con el arte de estos papeles….
Por qué los hombres y mujeres de antes hacían las cosas tan bellas? Cuál era la razón que dibujaba esos gráficos de ensueño?
Acaso era respeto, acaso un don “al que todo lo ve”? Casi podemos vivenciar el proceso que sin dudas fue largo y cuidado. Hacer por hacer, jamás. Las cosas antes se hacían bien. Se bocetaban con la paciencia del que sabe que la practica tranquila y concentrada, pule nuestro trabajo. Antes no habían bombardeos tecnológicos. No habían muchos ruidos ni necesidades materiales. Hoy hacemos malabarismos para mantener el equilibrio mundano.
Pero seguro hay malabaristas valientes que se animan a hacerle frente al mundo y dejan algunas pelotas de lado, para concentrarse en las que realmente importan: Dios, amor, familia, amigos, solidaridad. Todos sin precio monetario. Y con consecuencias generosas y multiplicadoras.
Y entonces hay tiempo para escribir una carta, apreciar una obra de arte, hablar con Dios, dibujar con un niño, visitar a un enfermo, o aprender un oficio manual.
Sólo depende del lugar que le demos a lo realmente importante y de valorarnos, y valorar a los demás, no por lo que hacemos si no por LO QUE SOMOS.
